Siguiendo el camino recorrido por Cosme III y sus cortesanos en el siglo XVII, partió hacia Lisboa, la mañana del sábado 12 de mayo, la delegación cordobesa del Erasmus “Un Viaje en el Tiempo”, compuesta en esta ocasión por los profesores José Gómez y Alberto Rubio y los alumnos Sergio Ruiz, Hugo Domínguez, Julia Perales, Rocío Prats, Carlos Navarro y Angel Pérez.

Después de un alegre almuerzo en la bonita ciudad de Evora, donde tuvimos ocasión de visitar el templo romano y la catedral, con su espléndido cimborrio y su solemne claustro gótico, llegamos a Lisboa. Allí, en la animada plaza de los Restauradores, nos esperaban las familias y Saulo, uno de los profesores portugueses más implicados en el proyecto. La acogida fue muy cálida y cordial, haciendo honor a  la conocida hospitalidad y cortesía portuguesas.

La mañana del domingo, el grupo español y sus anfitriones portugueses visitaron el museo Gulbenkian, una de las mejores colecciones de arte privadas, legada a la ciudad de Lisboa por el millonario armenio y exquisito “connoisseur”, Caluste Gulbenkian. Las pinturas de Rembrandt, los relieves egipcios, los tejidos persas, las joyas de Lalique, hicieron las delicias de todos.

El lunes fuimos recibidos en la Escola Nuno Gonçalves a los sones de la orquesta de los  alumnos. Se nos agasajó con dulces y flores; recibimos la bienvenida formal de los profesores y directivos del centro y pudimos contemplar detenidamente la exposición dedicada a la estancia de Cosme III en Lisboa. Por la tarde, en la biblioteca, se desarrollaron las actividades relacionadas con las minorías sociales. A través del trabajo artístico de los alumnos, dos miembros del “Consejo Portugués para los Refugiados” hicieron reflexionar a todos sobre la fuerza de los prejuicios y la necesidad de superarlos en busca de una sociedad más justa.

El martes, todos los integrantes del proyecto nos reunimos temprano en la Plaza del Comercio. Allí subimos a lo alto del Arco de la Rua Augusta, desde donde disfrutamos de algunas bellísimas vistas de Lisboa. Después ascendimos al Castillo de San Jorge y, tras deambular durante una hora entre sus nobles muros y torres, deteniéndonos continuamente para contemplar el panorama de toda la ciudad que desde allí se domina, bajamos hacia el barrio de la Morería. Allí, profesores y alumnos compartimos un estupendo almuerzo en el comedor de la asociación “Renovar a Mouraria”, que acoge y cuida de las personas inmigrantes. Acabado éste, dos voluntarias de la asociación guiaron un paseo a través de este pintoresco barrio que, desde muy antiguo, acoge a minorías sociales y sectores desfavorecidos de la población.

El miércoles, todos los participantes nos dirigimos a pie hasta el antiguo convento Madre Deus, actual sede del Museo del Azulejo. La guía portuguesa nos ofreció una completa explicación de los distintos estilos de azulejo a lo largo de la historia y, a continuación, nuestros alumnos tuvieron ocasión de decorar y pintar un azulejo cada uno. Dos días después, cumplido el elaborado proceso de cocción, fueron recogidos por los profesores y entregados a sus autores, a modo de artístico recuerdo. Por la tarde, mientras los profesores, reunidos en la biblioteca del centro departían sobre cuestiones relativas al proyecto, los alumnos realizaban una actividad artística a cargo de Saulo, el profesor de Arte.

Al caer de la tarde, cuando los alumnos se habían retirado con sus respectivas familias de acogida, el grupo de profesores disfrutó de una cena amenizada por excelentes intérpretes de fados en el barrio de Alfama.

El jueves por la mañana, un autobús turístico nos condujo a todos a la zona de Belém. Allí vimos la famosa torre y el monumento a los descubrimientos. Pudimos visitar detenidamente el extraordinario Monasterio de los Jerónimos, gloria del arte manuelino, que causó el entusiasmo de todos por la majestuosidad de sus proporciones y el refinamiento de su decoración. Las tumbas de Luis de  Camoes, poeta nacional, Vasco de Gama, descubridor del Pacífico, y el cenotafio del joven rey Don Sebastián, de romántica memoria, atrajeron especialmente nuestra atención.

Por la tarde, visitamos otra de las escuelas pertenecientes al “Agrupamento”, la que lleva el nombre de Doña Luisa de Guzmán, reina portuguesa de origen español. Allí disfrutamos especialmente de la zona de recreo, llena de árboles, bancos y mesas de madera, como un merendero en mitad del bosque. A continuación nos dirigimos a la Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, situada en el punto más elevado de Lisboa y uno de los lugares visitados por Cosme de Medici. En este privilegiado marco disfrutamos de un concierto ofrecido por la orquesta de alumnos del “Nuno Gonçalves, extraordinario ejemplo de integración a través de la música.

El viernes, último día de nuestro encuentro en Lisboa, los profesores y estudiantes extranjeros viajamos en autobús a Sintra, acompañados de Dora, una de las principales responsables del proyecto. Algunos de los portugueses más jovencitos se mostraron cariacontecidos y derramaron alguna lágrima al no poder acompañarnos. En Sintra disfrutamos de la belleza del lugar, cuyo entorno natural ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad y cuyas mansiones, alrededor del Palacio Real, se alzan como recuerdo de la elegancia de tiempos pasados. Visitamos la fascinante Quinta de la Regaleira, con su inmenso jardín, salpicado de pequeñas edificaciones ideadas siguiendo un programa de iniciación masónica. Subimos a una curiosa torre, descendimos a un lago artificial en el interior de una gruta y nos aventuramos por las profundidades del misterioso Pozo Iniciático, del que se dice que sólo los rectos de conciencia saben encontrar la salida. No sé si sería por esto, pero tres alumnos se extraviaron, y sólo gracias a la pericia de nuestro Sergio Ruiz, capaz de orientarse con seguridad en medio de aquel bosque, pudimos reunirnos todos de nuevo.

Camino de vuelta a Lisboa nuestro autobús recaló en el Cabo de Roca, el punto más occidental de la Península Ibérica. Descendimos para pasear un rato y tomar algunas fotos. Desgraciadamente, la grandiosa belleza del lugar quedaba empañada por el ejército de turistas pululando bulliciosamente desde los acantilados hasta el faro.

De retorno al instituto, comenzaron las despedidas entre aquellos que ya no se verían al día siguiente. Se intercambiaron abrazos y se derramaron algunas lágrimas. Unos prometían encontrarse el año que viene y otros no olvidarse nunca.

Y finalmente llegó la mañana del sábado. La delegación española volvió a reunirse en la hermosa plaza de los Restauradores, bañada como nunca en la radiante luz de Lisboa. Los padres y madres portugueses, extremadamente amables, elogiaron las cualidades de los alumnos españoles, que, a su vez se habían sentido tan bien acogidos en sus casas. Los jóvenes se abrazaron e intercambiaron promesas, regadas con sinceras lágrimas. Cuando el autobús partió definitivamente, alejándose por el puente del Veinticinco de Abril, todos sentimos que una parte de nuestro corazón se quedaba y que algún día tendríamos que volver en su busca.

 

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